domingo, 30 de octubre de 2011

la vida...

Nuestra vida es como un sueño. Pero en las mejores horas nos despertamos lo suficiente como para darnos cuenta de que estamos soñando.
¿Profundamente dormidos? Si, lamentablemente adormecidos, somnolientos, adormilados ... inertes.
No somos capaces de tomar conciencia definitiva de que nuestro paso por aquí no es como "un juego de Nintendo" en el que las vidas se acumulan sin cesar y mueres y renaces permanentemente. ¡No tenemos otra oportunidad! -que se sepa- y cuando llega el maldito “game over”, simplemente se acabo.
No debería de ser ese un argumento estimulante para pararnos un instante y decirnos (mejor gritarnos) que tenemos que aprovechar cada instante y exprimirlo al límite sin llenar nuestros días de preocupaciones inútiles, agobios inservibles o lo que es peor, de sufrimiento, dolor o fatalidades sin fin.
Digamos que en esta especie de lotería que es la vida, el premio no consiste en vivir, sino en disfrutar de la vida.
Sólo por el hecho de estar aquí, deberíamos procurar hacer de cada uno de nuestros días algo de continuo excitante y celebrar cada momento con una entrega tal, que no alcanzaran los desánimos, porque lo esencial es que tenemos la inmensa suerte de estar aquí.
Y sin embargo, muchas veces preferimos obcecarnos en el dolor que nos provoca la vida. Nos obsesionamos porque las cosas no suceden como queremos y maldecimos porque lo que habíamos previsto no se concreta. Pues el que quiera tomar nota, que la tome: nada nunca sale exactamente igual a como lo pretendemos.
Miramos a largo plazo y planificamos lo que ha de sucedernos con una seguridad que asusta. Más nos valdría pensar que la vida se reduce a un solo día, ¿te imaginas? concentrar todo en 24 horas, porque, por otra parte y en realidad, no tenemos ninguna garantía de que vaya a haber otro mañana. ¿Quién la tiene?
Duelen por ello las "siestas eternas" con las que vamos dejando pasar hasta las décadas, sin apenas cambios perceptibles (fotocopias de un original ya desgastado). Si hay momentos en la vida que valen por años, hay años que no valen ni por uno solo de sus momentos.
Y por último, que la vida nunca, nunca, nunca te parezca insoportable: por muy duras que sean las condiciones y circunstancias que atravieses, por muy mal que creas que se haya portado contigo, por injusta que te resulte ... No creo que nadie, a pesar de todo, hubiera preferido no haber nacido, porque la vida podrá contener momentos amargos, pero es una aventura infinita y deslumbrante que siempre vale la pena en conjunto

No hay comentarios:

Publicar un comentario